El Trabajo de Permanecer

El Trabajo de Permanecer
Hecho por David Godzwa
05/06/06

¿A quienes les gustaría hacer un jardín? De los que han hecho un jardín, ¿cuántos han tenido éxito? Kelly y yo algún día podremos hacer uno, pero hasta ahora, por una u otra razón, hemos tenido solamente fracasos. Una vez, plantamos flores, pero escogimos el tipo incorrecto para nuestro clima y se murieron. Una segunda vez, lo intentamos, pero nuestra vida, con tres hijos, no nos permitió cuidar bien las plantas.
Kelly y yo, no hemos sido buenos jardineros, y esto está bien, pero, nosotros, como las ramas de la vid de Cristo, no debemos parecernos al destino que nuestros jardines sufrieron, porque la Biblia tiene las verdades de la productividad, y si nosotros entendemos las verdades que se encuentran en Juan 15:1-8, podemos vivir una vida cristiana productiva.
Abramos nuestra Biblia en el libro de Juan 15:1:

Juan 15:1-9
1″Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
2Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía.
3Ustedes ya están limpios por la palabra que les he comunicado.
4Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí.
5″Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.
6El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman.
7Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, lo que quieran pedir se les concederá.
8Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos.
9″Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.
La primera verdad que las palabras de Jesús nos muestran es que la productividad está en nuestra genética. Nosotros somos creados para producir.
Según a la enseñanza de Jesús, ¿Quiénes somos nosotros? Somos las ramas que están unidas a la vid.
¿Y saben cuál es el propósito de una rama? La rama existe para producir fruto. Jesús mencionó este concepto siete veces en este pasaje. En su repetición el comunicó la importancia del concepto. Entonces, antes de que nosotros podamos entender el mensaje de este pasaje, tenemos que entender el significado de dar fruto. ¿Qué significan estas palabras de Jesús?
El fruto de una planta es lo que le permite reproducirse. Sin fruto, la planta va a durar solamente una generación. También el fruto es importante para el jardinero, especialmente un jardinero de la época de Jesús. En esos días, el fruto era usado para sembrar para que nuevas matas pudieran crecer. Era usado para alimentar a su propia familia, y también era el resultado de su trabajo, el producto que él podía llevar al mercado, y se lo vendía a la gente para recibir lo que era necesario para mantener su trabajo, hogar, y familia. El fruto, entonces, significaba algo muy útil para el jardinero. Igualmente, entonces, nosotros tenemos el propósito de producir fruto, de dar le algo útil al Padre celestial, nuestro jardinero.
Ahora, nosotros oímos mucho sobre el crecimiento cristiano. Tenemos libros acerca de este tema y cursos de crecimiento personal, pero lo más importante no es el crecimiento, es la producción. El jardinero de los tiempos bíblicos no podía darse el lujo de permitirles a sus plantas que existieran sin dar fruto. Las matas tenían que producir, o no iba a tener la comida para la familia, ni la necesidad de trabajar, ni siquiera las semillas para la próxima temporada. Entonces, el cuidaba las plantas con regularidad para que pudieran producir la máxima mies. Las ramas que no dieron fruto, fueron cortadas y echadas en el fuego para que las otras tuvieran más de la savia nutritiva para producir más fruto todavía.
Así es con nosotros. Tenemos tantas versiones de la Biblia, tantos maestros del conocimiento religioso, y el acceso a 24 horas de enseñaza cristiana. Muchos de nosotros aprovechamos estas cosas. Pero, si solamente recibimos, y nunca damos fruto, nunca producimos lo que es útil para Dios, aunque nuestro conocimiento crezca, estamos en peligro de ser quitados de la vid.
Un ejemplo es el Mar Muerto en Israel. El mar recibe las aguas del río Jordán, y también las aguas de otras fuentes, pero no tiene ninguna manera de dar el agua que recibe sino por evaporación. Estas condiciones resultan en un mar estancado, en que ningún tipo de vida puede existir. Entonces las aguas que deben dar vida de acuerdo con sus propiedades, cuando se estancan, no pueden llevarla. En la misma forma, si nosotros dejamos de dar fruto, de ser útiles, nosotros no funcionamos de acuerdo con nuestro diseño y tenemos el riesgo de perder nuestra posición en la vid.
Hablando del Padre Jesús dijo: “Toda rama que en mí no da fruto, la corta;”
¡Que reto tenemos! ¿Tenemos que actuar para producir más fruto? ¿Tenemos que hacer más proyectos, e iniciar más programas para ser más productivos y para garantizar nuestro lugar en la vid? La Biblia responde con un fuerte “¡No!” Entonces, ¿Qué haremos? Las palabras de Jesús son sencillas:
4Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que tiene que permanecer en la vid, así tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí.
5″Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.
Llegamos a la segunda verdad: El plan de productividad es sencillo: Tenemos que hacer solo una tarea para producir, tenemos que permanecer en Cristo.
¿Cuál es el secreto de la productividad? No es un secreto. Jesús nos revela el método: permanecer en la vid. Sabemos trabajar. Muchos de nosotros tuvimos puestos importantes en nuestra vida, y cuando había problemas nosotros trabajamos las horas necesarias para resolverlos. Muchas veces, usamos la experiencia del mundo para vivir la vida espiritual. Creemos que nuestra ética de trabajo va a resolver nuestros problemas espirituales, pero nos dimos cuenta de que el trabajo sin la permanencia nos deja inútiles y el trabajo continua creciendo, cuando nuestras fuerzas continúan bajando.
Esto es como el joven leñador que llegó a su primer día de trabajo. Él era fuerte y rápido, y en ese día cortó más de lo que dos trabajadores juntos podían cortar. Pero, en los días que siguieron su producción bajó notablemente hasta que el gerente le dijo que el iba a perder su puesto al terminar la semana. El joven leñador protestó diciéndole que él estaba trabajando con más fuerza que el resto, y no merecía ser despedido. Al oír esto el gerente le pidió ver el hacha del joven. El hacha estaba sin filo. El joven no tomó el tiempo para afilarla, entonces su trabajo que había sido fácil antes, se hizo demasiado duro.
¿Cuántas veces estamos en la misma situación? Las presiones de los estudios, mantener el contacto con nuestros patrocinadores, enseñar, o administrar podrían ahogarnos. Pero en la presencia de Dios, donde estamos unidos a la fuente de la vida eterna de Jesús, nos damos cuenta de que nuestros problemas son pequeños y su fuerza para manejarlos está disponible para nosotros, porque la permanencia nos da vida como dice el versículo 6 al declarar lo opuesto:
“El que no permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman.”
y nos permite que produzcamos fruto como dice versículo 5:
“Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.”
Entonces, si tenemos que producir, y solamente producimos cuando permanecemos unidos a la vid, viene la pregunta “¿Como permanecer?” Jesús respondió a esta pregunta en el versículo 7:
“Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, lo que quieran pedir se les concederá”
Nosotros permanecemos cuando nosotros nos fijamos en la palabra de Dios. Podemos fijarnos en sus palabras por medio de la lectura diaria de la Biblia, por la memorización de versículos, por la meditación, y por la oración hasta que nosotros alcancemos el punto en que sus palabras nos afecten en cada momento. Por estas prácticas encontramos que Dios moldea nuestra voluntad para que esté de acuerdo con la de él, nuestros deseos se convierten en sus deseos, y cuando pensamos como Dios, nada es imposible.
Cuando era niño, mi papá, mis hermanos y yo visitábamos las galerías de videojuegos. Él nos daba 2 o 3 dólares para jugar lo que quisieramos, pero él nos invitaba a jugar lo que a él le gustaba. En el principio, mis hermanos y yo simplemente corríamos a los juegos que a nosotros nos gustaban, y en unos minutos habíamos gastado el dinero. Pero, yo notaba que cuando yo jugaba con mi papá no necesitaba usar mi dinero. Él pagaba por mí. Entonces, cuando jugaba con mi papá, y mis hermanos habían gastado su dinero, yo todavía tenía el mío.
En la misma forma que el interés en los juegos de mi papá me permitió que tuviera más dinero al final del día, nuestro interés en el reino de Dios nos deja con más fuerza para realizar más de lo que nosotros podríamos imaginar.
Nosotros hemos aprendido, que hemos sido creados para ser útiles, que somos productivos cuando estamos unidos a la vid que es Jesucristo, y finalmente, encontramos la tercera verdad:
No hay excusas. Nosotros tenemos todo lo que es necesario para ser productivos.
Mis hijos tienen una rutina que ellos tienen que hacer diariamente. Cuando se levantan, ellos necesitan usar el baño, lavarse las manos, ponerse las pantuflas, hacer la cama, y entrar a la cocina en una media hora. Pero, muchas veces ellos fallan y no logran esta meta. Ellos tienen sus pantuflas al lado de su cama, tienen un baño contiguo a su cuarto, y jabón en la jabonera, pero muchas veces deciden hacer algo diferente. Cuando reciben castigos por su comportamiento, ellos generalmente se quejan, culpando al ambiente o a su hermano, pero no hay excusas para su fracaso.
Nosotros también tenemos la tendencia a dar excusas. “Bueno, si tuviera otro profesor, podría aprender más,” o “si estuviera en mi país sería más activo,” o “si tuviera un sueldo mejor, podría enfocarme más en las cosas de Dios.” Pero nuestras excusas son insuficientes. Estamos unidos a la vid perfecta. Jesucristo es la vid de la cual recibimos las sustancias nutritivas para producir, y tenemos al jardinero fiel, nuestro Padre que nos cuida con esmero. Él nos poda para hacernos ramas que sean las más productivas cultivándonos de acuerdo con su voluntad. Entonces, no es importante donde estemos o cuales condiciones físicas encontremos, tenemos todo lo que es necesario para ser productivos en la vid de Cristo.
En conclusión, nosotros hemos aprendido que, como las ramas de la vid de Cristo, debemos ser productivos porque así fuimos diseñados, que somos productivos por permanecer, por estar unidos a la vid de Cristo, y que el poder de Jesús y el cuidado del Padre nos han dado todo lo que es necesario para ser productivos, pero la decisión es nuestra. Según al pasaje, tenemos opciones, y tenemos que decidir lo que vamos a hacer. Creo que es la hora de dedicarnos a permanecer en Cristo porque él dice:
“Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.”